Pensamiento Lateral
Acto III: Subterfugio
—Tengamos en cuenta cada una de las pruebas, señoría — expuso la Carroñera—. El acusado no tiene coartada, solo asegura haber estado jugando a un videojuego. Tenía un móvil muy claro: el despecho. Su pareja había rehecho su vida embarcándose en este nuevo negocio, que el culpable aprovechó para cometer el crimen. La fiscalía ha reunido además un vídeo que recoge imágenes del canal de YouTube del acusado que muestran tanto su afán de superioridad como su egolatría.
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En una pantalla de la sala se reprodujo un vídeo con segmentos de mis vídeos criticando crímenes en algunas películas y manifestando que yo mismo podría idear algo mejor. Me fijé en que había vídeos de todas las etapas de mi canal, incluso de las más antiguas…
—¡Protesto! —gritó Marco—. Esas imágenes están sacadas de contexto.
—Se acepta —sentenció el juez.
—Este vídeo tiene otra función, señoría —replicó la Carroñera, parando la imagen en un punto específico. Aparecía yo en mi habitación mirando a cámara—. Fíjese en el disfraz que aparece en el fondo.
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El vídeo se había parado en una imagen en la que aparecía yo mirando a cámara. Detrás de mí se podía observar mi habitación, y el maniquí con el disfraz de Darkeror. Seguidamente, la Carroñera proyectó otro vídeo, el vídeo de seguridad de la sala de escapismo.
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Dani, mi ex, aparecía delante del ordenador en la recepción. Verle allí hizo que se me removiera el estómago. Parecía centrado en la pantalla hasta que se sobresalta y comienza a removerse. Entonces entró la figura, toda de negro, disfrazada de Darkeror. La persona del vídeo llevaba el mismo sombrero de copa, la máscara que le cubría la cabeza y un manto que ocultaba todo el cuerpo. La escena me impactó. Cada detalle del vídeo se quedó grabado en mi mente.
—¡Protesto! —gritó Marco— Cualquier fan de ese personaje puede tener ese disfraz. Además, se ha comprobado que el disfraz original sigue en casa del acusado.
—Se acepta.
—Está bien —continuó la Carroñera—. Por último, en la sala solamente se encontraron el cadáver, su sangre y el arma del crimen —¿El arma? Así que por eso el juicio se había realizado tan rápido. Parece que quién me hubiera tendido esta trampa lo tenía todo bien planeado—. Los informes corroboran que el cuchillo tiene las huellas del acusado.
¡¿MIS HUELLAS?!
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Miré a Marco con desesperación desde el asiento del acusado. Estaba atosigado, tratando de defender lo indefendible. ¿Me habría comentado que habían encontrado mis huellas cuando estaba sumido en mi shock?
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—¡Protesto! —gritó Marco—. Se encontró cabello en la entrada de la sala que podría pertenecer al verdadero asesino.
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—La sala estaba aún en proceso de apertura —contestó la Carroñera—. El ADN no coincide con el de ningún implicado. Obviamente será de alguna persona que estuvo antes del incidente por motivos no relacionados con el caso.
Tanto el tribunal como la audiencia se sumió en un profundo silencio.
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—Las pruebas señalan al acusado como culpable —expuso la Carroñera, sonriente—. El acusado se creyó más listo de lo que es, pero no ha hecho más que quedar en ridículo.
La Carroñera me apuñaló con sus ojos. Estaba disfrutando como una niña pequeña de haber obtenido este caso para poder devolvérmela.
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—¡Protesto! —gritó Marco desesperado—. ¡Intimidación y prevaricación contra mi cliente!
—Se acepta.
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—La fiscalía pide prisión para el acusado, señoría, por el asesinato de Daniel Núñez con premeditación, alevosía y ensañamiento.
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Marco no tenía nada que decir, había perdido. Solo quedaba agarrarme a una medida desesperada.
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—El caso quedará visto para sentencia —dijo el juez—. El acusado tiene derecho a la última palabra.
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Todos estaban pendientes de mí. Situaciones desesperadas requerían medidas desesperadas. Necesitaba ganar tiempo para pensar. Ordené en mi mente todas las piezas que tenía y comencé a tratar de conectar unas con otras. Alguien me había tendido una trampa, pero… ¿Quién? ¿Por qué? ¿Cómo comenzó todo esto? Quizás…
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—Señoría —dije con una máscara de falsa tranquilidad—, quisiera acusar al inspector Godoy.
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Los asistentes de la sala se quedaron estupefactos. Bajé la mirada, no quería encontrarme con sus ojos azules. Sabía que podrían conseguir que me echara atrás.
Lo siento.
—Explíquese —curioseó el juez.
—¡Protesto! El acusado encomienda su defensa al abogado. Él no puede realizar una acusación.
—Señorita Tatiana, estamos aquí para hallar la verdad. El acusado tiene derecho a su última palabra.
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—Inspector Godoy —dije lo más seguro que pude—, ¿no resulta sospechoso que yo ayudase en la investigación del caso sabiendo que encontraríamos el cadáver?
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—Ciertamente… mostrabas mucho entusiasmo —testificó Godoy.
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—¡Protesto! —intervino Tatiana Roldán— ¡Seguramente formaba parte de la tetra! Trataba de actuar con normalidad, el cadáver se iba a encontrar igualmente por los técnicos.
—Se admite.
Entrecerré los ojos para lanzarle una mirada de odio a la Carroñera. Me volví hacia Godoy.
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—Sabemos que la fiscalía había pedido la grabación del crimen antes de que llegásemos a la escena.
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—Así es.
—Sin embargo… ¿para qué? En ese momento, no había ningún cadáver, ni ningún crimen, solo una grabación. ¿A quién pretendía acusar la fiscalía?
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—¡Protesto! Desde que se informa de un posible crimen y estoy de guardia me dedico a investigarlo antes incluso de que aparezca el culpable.
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La grabación. Volví a reproducirla mentalmente. Todo tranquilo excepto Dani y la figura disfrazada… ambos des-aparecían en el interior de la sala… y todo volvía a quedarse tranquilo… nada más se movía… ¿nada más se movía?
Me crucé de brazos y esta vez sí, seguro de mí y de los hechos, enseñé a todo el mundo la pieza que no encajaba.
—Entonces, señorita Roldán, se habrá dado usted cuenta de la manipulación que hay en el vídeo —la Carroñera se quedó pasmada—. Por favor, ¿pueden volver a proyectarlo?
El juez se dejó llevar por su curiosidad y ordenó que se reprodujera el vídeo de seguridad de nuevo antes de que la Carroñera protestara.
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—Miren la flor que se mueve con energía solar —indiqué.
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—Preciosa… —señaló el juez.
—Sí, me pregunto cómo se movería, si eran las 21:00 horas, cuando ya había anochecido.
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La sala volvió a revolucionarse. Los asistentes comentaban entre ellos cómo no habían podido darse cuenta de aquel detalle. Aquello se había convertido en un duelo entre la Carroñera y yo, otra vez.
—¡Protesto! —gritó casi neurótica— El asesino no tuvo tiempo para manipularlo.
—Está manipulado —contesté, y me dispuse a mostrarles a todos cada una de las piezas que había sido capaz de encajar—. Tuvo tiempo de sobra porque el culpable entró disfrazado cuando todavía era de día, como podemos ver en la grabación, la flor está bailando, por lo tanto esto ocurrió en una franja horaria anterior a las nueve de la noche, cuando todavía había luz solar.
—Explíquese —pidió el juez.
Me tomé un tiempo para pensar. Tenía que contar mi compleja hipótesis de forma sencilla para que no sonara a ninguna fantasía.
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—Tengamos en cuenta que la cámara de seguridad grabó varios fragmentos. En primer lugar…
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—¡Protesto! ¿Vamos a escuchar las especulaciones de un acusado desesperado?
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—Denegada. Continué con la explicación, por favor.
—La cámara grabó el fragmento A, en el que… —titubeé antes pronunciar su nombre— la víctima trabaja frente a la pantalla del ordenador. Es de día, la flor baila.
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» En el fragmento B queda recogido cómo, la víctima, intenta llamar a la policía pero no llegó a hacerlo. El culpable disfrazado le hiere y se encierran dentro de la sala de escapismo. Sigue siendo de día, la flor baila.
» Respecto al fragmento C, la cámara estuvo grabando la oficina vacía con la puerta de la sala de escapismo cerrada y la florecilla bailando, porque aún era de día. Mientras tanto, en el interior de la sala, se cometió el asesinato y se ocultó el cadáver. Sigue siend…
—Sigue siendo de día —imitaba la Carroñera con voz ridícula—, la flor baila.
Omití su burla y continué:
—El fragmento D mostraría al culpable saliendo de la sala.
» Sin embargo, al salir se dirigió al ordenador y paró la grabación. En ese momento realizó la manipulación del vídeo. El vídeo manipulado muestra lo siguiente: el fragmento A en bucle, mostrando a la víctima trabajando monótonamente, calculado para que la reproducción acabase a las 21:00. A esta hora se reproduce el fragmento B, en el que ocurre el crimen. Seguidamente se reproduce el fragmento C en bucle, donde la sala está vacía y la flor sigue bailando, a pesar de ser las 21:00, hasta que la cámara detecta un nuevo movimiento y sigue grabando nuevo contenido: la llegada de los agentes de policía. El fragmento D, donde aparecía el culpable escapando, fue eliminado para crear la ilusión de que aún seguía ahí dentro. Si el crimen hubiera sucedido realmente a las 21:00 horas, la flor no estaría bailando cuando hace aparición el culpable disfrazado.
—Pero si eso es cierto, y el crimen sucedió durante las horas de luz solar… —inquirió el juez—. ¿Cómo es posible que la llamada a la policía llegase a las 21:00?
—El culpable tenía medios para manipular unos vídeos de seguridad, también pudo piratear el teléfono de la oficina para poder usarlo desde su propia guarida. El culpable sabía que a las 21:00 horas la cinta manipulada mostraría a la víctima tratando de llamar, así que desde su guarida accedió al teléfono pirateado de la oficina y llamó a la policía.
—Por eso no se oyó nada —añadió Godoy aportando sus propias deducciones—. Si la llamada la hubiera hecho la víctima se oiría al menos el forcejeo del culpable hiriéndolo. Y como el teléfono emisor era el de la oficina, a pesar de estar utilizándose desde otro lugar, la localización de la policía nos llevó hasta a la sala de escapismo.
—¿Pero eso se puede hacer? —preguntó el juez curioso.
—Sí —contestó Godoy—, es como si usases un dispositivo manos libres, por así decirlo. Solamente que desde kilómetros de distancia.
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—Comprendo…
La Carroñera se quedó muda e inmóvil, con la vista agachada. Continué:
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—Después solamente tenían que encontrar a un culpable con fama de ingenioso para que cuadrase como autor de «un caso imposible», y que además tuviera un móvil para matar a la víctima. La víctima se eligió para inculpar al acusado, o sea, a mí, y no al revés.
Los asistentes volvieron a exaltarse y el juez exigió orden de nuevo.
—Retrocedamos más —continué—, al origen. Inspector, ¿qué le hizo contactar conmigo? ¿Quién le impulsó a detenerme al encontrar mi foto en la cartera de la víctima?
Godoy se puso nervioso. Sus ojos azules ocultaban algo, estaba seguro. Recuperó la compostura. Parecía que él mismo se había dado cuenta de lo que había ocurrido.
—La fiscal aquí presente —confesó—. Tatiana Roldán.
La sala se sumió en un silencio absoluto. Ahora sí que lo tenía claro.
—Disculpe señoría —dije—, pero mi acusación hacia el inspector solo era para que soltara esta información. Ahora sé la verdad. ¡ACUSO A LA FISCAL DE SER CULPABLE DE ASESINATO CON PREMEDITACIÓN, ALEVOSÍA Y ENSAÑAMIENTO!
La revolución de la sala superó con creces a las veces anteriores. «¡Carroñera!» oí gritar entre los asistentes.
—¡SILENCIO, ORDEN EN LA SALA!
—¡PROTESTO! —gritó la Carroñera enervada—. ¡PROTESTO, PROTESTO! ¡Calumnias! ¡No existe ni una sola prueba!
—Por supuesto que sí —respondí—, me la ha dado usted. En su primera prueba, el vídeo de recopilación, aparecen segmentos de mis vídeos de los más antiguos, incluso de aquellos que ya no están en mi plataforma porque decidí borrarlos. Lo que demuestra que la fiscalía tenía esta prueba preparada desde hace mucho tiempo. Señorita Roldán, usted conocía la existencia del canal de YouTube y lo usó para estudiarme. Tenía que asegurarse de que yo no estaba en ningún lugar con testigos en el momento del crimen, así que me envió un videojuego nuevo como una admiradora más para que llegase justamente ese día y estuviera entretenido. Un videojuego no online, por cierto.
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—¿No online? —preguntó el juez.
—Que se juega individualmente —me apresuré a responder—. No se conecta a Internet, no deja ninguna prueba de que yo estuviera jugando a ello.
—Que buscaba dejarte sin coartada… —dijo Godoy.
—¿Y qué me dice sobre las huellas en el arma del crimen? —preguntó el juez.
—Lo cierto es que la mañana siguiente al crimen eché de menos un cuchillo de sierra. Se me habían quemado las tostadas, señoría.
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—Oh vaya, eso sí que es un verdadero crimen…
—Estoy convencido —continué—, de que colarse en mi casa y hacerse con un cuchillo no sería más que un juego de niños en comparación con el resto del plan. El asesino podría haberse llevado el arma del crimen, pero aun así, lo dejó junto al cadáver, qué casualidad… claramente se lo dejó ahí porque tenía mis huellas.
—Pero aún dudo que la señorita Roldán hubiera podido levantar un cadáver y esconderlo en el hueco del techo.
Godoy respondió:
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—Eso sería posible simplemente enrollándolo en la pancarta gigante, después de analizar todo encontramos que el botón que reiniciaba la sala hacía que un motor subiera la pancarta, el verdadero culpable solo tuvo que sujetar el cuerpo unos segundos mientras el motor lo subía hasta que la losa del techo se cerró, ocultando el cadáver.
—Exacto. Y también se buscó un móvil de acorde con la situación. El haber roto con Dani recientemente le daba una oportunidad extraordinaria para inculparme de su asesinato, ¡usted lleva planeando esta venganza desde aquel juicio en el que la humillé! ¡Ese es su móvil!
Todas las miradas iban dirigidas hacia la Carroñera, quien mantenía la vista agachada y dejaba escapar una risa maquiavélica.
—Enhorabuena señorito Eduardo… tiene un móvil y una retorcida teoría en la que todo gira en torno a una conspiración. Me imagino también que… ¡TENDRÁ PRUEBAS DE TODO ELLO! ¡¿VERDAD?!
No me iba a dejar arrinconar por su ataque desesperado. Game over, señorita Roldán.
—Lo cierto es que sí —sonreí—. ¿Podría usted soltarse el pelo? Si es tan amable...
—Pero qué… —soltó ella.
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—Hágalo —ordenó el juez inquieto.
—¿Se están burlando de mí? ¡Esto es demencial!
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—Le recuerdo que no obedecer al juez se considera desacato, y está penado con prisión.
Rabiosa, la Carroñera llevó su mano al recogido y se lo quitó, literalmente. Se trataba de un recogido de pelo postizo. Tenía el cabello corto.
«Normalmente, no se necesita más para encontrar al culpable —había dicho Godoy—. Siempre y cuando sepas a quién pertenece».
—Cuando llegó a la sala azul mató a Dani y escondió su cadáver, pero no se dio cuenta de que para salir tenía que tirar de dos palancas a la vez a las que no llegaría sola. El disfraz era demasiado delicado para usarlo como cuerda, porque se rompería y se vería obligada a ir descubierta pudiendo ser reconocida por algún testigo, así que se quitó solamente el sombrero y se cortó la melena con el cuchillo. Usaría una goma del disfraz para atar el pelo y crear una cuerda casera, que utilizó para alcanzar una de las palancas mientras activaba la otra con la mano y así abrir la puerta. Recordemos que se encontró cabello cuyo ADN no ha sido identificado con nadie relacionado con el caso, pero ahora es usted una sospechosa. ¿Qué pasaría si comparásemos el ADN?
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La fiscal lanzó un grito de desesperación y se derrumbó. Gritó proyectando toda su furia acumulada. Confesó.
—Es cierto, lo hice, ¡yo lo hice todo! Podía haberte eliminado fácilmente, pero ¡NO! —La Carroñera había clavado sus uñas en los brazos, rabiosa dejando finos caminos de sangre—. ¡Iba a humillarte en tu propio campo de juego! ¡Te metí en un caso que no pudieras resolver! ¡Empleé todos mis recursos en ello! Te investigué a fondo. Aproveché tu ruptura y sabiendo de vuestros pasatiempos yo misma le ofrecí un local para que iniciara un negocio así… le proporcioné el ordenador, las cámaras, el teléfono, todo lo había manipulado para poder usarlo. ¡Robé tu cuchillo y utilicé un disfraz como el tuyo! ¡TODO POR SACIAR LA FRUSTRACIÓN QUE ME HABÍAS CAUSADO!
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Días después, tras haber sido declarado inocente y estando la Carroñera procesada, el inspector Godoy pidió que nos reuniéramos en un parque de la ciudad.
—Verás Eduardo… —dijo Godoy desde su faceta tímida—. He de confesarte algo.
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Parecía que aún había más sorpresas.
—Yo ya sabía quién eras… antes de todo esto. Soy tu fan prácticamente desde que supe de tu existencia. No he dejado de ver tus vídeos.
Me quedé estupefacto.
—Esto no cambia nada. No hubiera pensado en llamarte para el caso si no fuera por la insinuación de Tatiana. De verdad, yo no quería mezclarte en esto…
—Habrá sido el destino.
—Es una forma curiosa de verlo.
—Hasta el próximo caso entonces.
—Hasta el próximo vídeo.
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—Podríamos ir juntos, si te parece, a una sala de escapismo, pero esta vez sin que esconda un cadáver.
—Me parece bien.
Nos despedimos. Contemplé cómo se alejaba.
Después de este episodio ha comenzado una nueva etapa en mi vida. Le he prometido a Marco que me iba a lanzar por la rama de criminología, esta vez en serio. Y por supuesto, finalmente he aprendido a dormir solo, aunque he de confesar que de vez en cuando lo hago junto a unos preciosos ojos azules.